jueves, 20 de diciembre de 2012

Era necesario.

Apenas si respiro para que no me oigan. El ruido de mi corazón desbocado trata de delatarme, incluso el puñal de filo onírico temo que haga suene al destellear en la oscuridad. Se que ella va a entrar primero, él, seguramente aparcando el coche. La cerradura suena como las trompetas del apocalipsis y yo soy su jinete que cabalga contento, triunfante y deseoso de comenzar su misión. "Es para lo que he nacido, para lo que he sido entrenado, con lo que sueño, con lo que me alimento" Creo que mis pensamientos chillan y con el sigilo de un gato me pongo a su espalda y veo su melena rubia, su abrigo de color crema, su perfume lleno de intención. Ella no lo sabe pero, ya está muerta. Le tapo  la boca con mi mano enfundada en guante negro, lo último que besará, seguro. El puñal se abre paso entre su cascada dorada hasta llegar a su nuca, atravesarla e incluso asomar tímidamente por entre  sus labios. Es rápido, ella no sufre. La sangre resbala hasta la empuñadura y comienza un lento goteo camino a la alfombra. Con sumo cuidado retiro la hoja y a ella, la desplazo delicadamente hasta un asiento de aterciopelado carmín. Siento su cuerpo ya sin vida y enciendo la chimenea. Preparo dos copas de vino y espero en un rincón oportunamente oscurecido. Estoy feliz, ella no debía sufrir. La puerta al fin vuelve a abrirse, es él. "Cariño, has encendido la chimenea y preparado un par de copas de vino" dice feliz el futuro infeliz, "Claro que si" susurro en en el amparo de la negra muerte. Se acerca él a su mujer y una mueca en su cara refleja la realidad. Salgo de entre las tinieblas y me mira con lágrimas en  los ojos, "Ella no se lo merecía"solloza "ella, era buena" . Sonrío y solo puedo decir "Era". Comienza el espectáculo.

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