Hijo de puta como siempre, sonrió despacio al salir del bar rápidamente del bar antes de que el camarero se diera cuenta que no había pagado ni un duro. Montó sobre su moto y arrancó. Vibraba con un tintineo de agradable testicular masaje. Retirose el pelo y encendiose un pitillo inter labios en pos de la culminación de la noche sobre el culo de una prostituta del lejano oriente. En el tiempo bendito entre que los poetas de barrio llegan al regazo de sus almohadas y los farloperos de poca monta continúan con su pretensión de arañar horas a una noche ya casi extinta, es el momento en el que los funcionarios de porra y donut están distraidos, asi que nadie se percató del temerario y alcohólico pilotaje del personaje que atañe a este relato. Malaparcó la moto sobre la acera y aporreó el energúmeno la puerta. Una chiquilla con cara de sueño que apenas llegaba a la altura del pecho asomó por la rendija de su puerta. El destino no está carente de ironía. El desgraciado éste, acabó haciendo lo mismo. Saludar por entre la rendija de aquella pequeña niña. Por suerte, la suerte se terminó para este simpático descerebrado. Ir a 140 km/h por una carretera con curvas, hielo en el ron y escarcha en la calzada es igual a fraccionar tu cuerpo por la mitad al colisionar contra un "quitamiedos".
Los intestinos sobre el asfalto de "El bueno de Mell" os desean Felices Fiestas y una moraleja. No bebas y conduzcas.
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