sábado, 25 de septiembre de 2010

Mar

Las olas rompían contra el recio casco sin remedio.
Avanzaba tambaleante ante una tempestad imponente
que reclamaba lo que días antes le habían robado.
No había canciones que cantar ni chistes que escuchar.
Cada uno en su litera, rezando por el buen hacer de su capitán.
Otro envestida marina y el barco, gigante en tierra,
no era mas que un terrón de azúcar
que, lenta pero irremediablemente, se disolvía en el agua.
La única bombilla que daba luz en aquella noche temible,
en aquella reducida sala donde, hacinados, marineaban los marinos,
sonaba amenazando que se fundiría después de cada última acometida.
Un sollozo del mas joven, la resignación del más añejo y otro violento golpe del mar.
Puro en la boca y en sus manos el timón y la vida de quince hermanos.
Sudaba a pesar del frío. Impasible y de mirada hierática,
tratando de controlar, con sus gélidos ojos, aquel océano hambriento de vida.
La ventana se quebró en pedazos
y el agua y los cristales rozaron la cara y las barbas del capitán.
La sangre ya se mezclaba con el sudor y la mar.
Sus manos, cansadas y entumecidas, clamaban por un descanso y unas curas
que no llegarían.
Bajaba una ola y otra subía y su expresión al fin cambió
al ver lo que se ofrecía tras aquella duna azul. Un mar cayéndole victorioso.
Respiró brisa entremezclada con agua salada,
cerró los ojos y apretó las manos contra el timón.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Un sueño

Y se despertó despacio en medio de su sueño. Había oído ruidos en la calle primero y después cerca de la ventana. Asomó su sonrisa por entre el marco y vio, sudado y mal peinado a su sueño, su amor, escalando por la canaleta de pluviales. Ya solo a unos centímetros, ya casi podía rozar sus desgastadas manos. Saltó a la habitación y las palabras se cambiaron por miradas. No cerraban los ojos y él, corazón palpitante, tomó su cintura y levantando su cuerpo hasta besar sus labios. Quitaba el pijama, rozaba su cuello...
Al amanecer, el no estaba, ni había estado.
Un sueño, su sueño, él.

A mi amor

Es curioso.
El café no se derrama por la mesa,
no ensucio el suelo con ceniza,
no estoy nervioso,
no hago el idiota,
no sonrío,
no soy yo porque no estas tú.
Me fuerzo a mostrar que estoy bien
que puedo con la distancia
que no me siento solo porque no te veo.
Sigo adelante porque en el corazón te siento
te quiero y no quiero que cambie.
Solo el deseo de que cada día me quieras más
es lo que me impulsa para amarte.
Solo quiero ver que seas feliz.