jueves, 25 de febrero de 2010

Una flor

En la pulida superficie de mármol, descansa una solitaria rosa sin espinas. Ya sus pétalos son solo recuerdo del esplendor anterior. Su tallo, antes esbelto y desafiante, ahora es retorcido y tímido. El rojo sangre que poseía, no es más que costra que se cae de la pierna de un enfermo anciano.
Pero está, guardián y fiel compañía del que ya no tiene vida. Del que ahora a dos metros bajo tierra mora.
Rosa, vigilante muerto del muerto.