jueves, 25 de febrero de 2010

Una flor

En la pulida superficie de mármol, descansa una solitaria rosa sin espinas. Ya sus pétalos son solo recuerdo del esplendor anterior. Su tallo, antes esbelto y desafiante, ahora es retorcido y tímido. El rojo sangre que poseía, no es más que costra que se cae de la pierna de un enfermo anciano.
Pero está, guardián y fiel compañía del que ya no tiene vida. Del que ahora a dos metros bajo tierra mora.
Rosa, vigilante muerto del muerto.

6 comentarios:

anonimox dijo...

casi 10 dias sin saber de ti... pero la espera merecio la pena, escribes muy bien, animo!!

Silvia Sierra dijo...

Pasan los días, y sus pelatos desprendios son arrastrados por el viento, sonoro y frio en la noche más oscura, elevando las finas y aterciopeladas láminas errantes, como si de un baile de mariposas de color rojo vino se tratara, se alejan de lo poco que queda de su cuerpo original, guardián y fiel compañero...

Silvia Sierra Jaria

Patxi Abadía dijo...

Caen suaves sobre un estanque, tiñen el agua. Un niño, al ver como esos pétalos se hunden poco a poco, llora. Sabe que era de una rosa. "¿Que será de ella" se pregunta y triste no se contesta. Sabe, que está muerta.

Silvia Sierra Jaria dijo...

Funestas lágrimas negras caen al agua, su dolorida alma en pena, atisba como se unden los pétalos letamente, su pecho oprido por la angustia no le permite respirar, intenta gritar en medio de la nada para ahuyentar su dedesperación e introduce su cabeza en el agua, que entra por cada uno de sus orificios ahogando su agonía y se encuentra esperando a que todo termine para acompañarla en su último viaje, un viaje único y sin retorno.

Patxi Abadía dijo...

Ya cae y cuanto más se hunde, más sonrie. Está con su pétalo. Es feliz.

Silvia Sierra Jaria dijo...

Aun, pero bajo minimos, en el fondo de aquel estanque abre sus ojos y sólo escapaz de ver entre el agua enrojecida pequeños destellos de alos de luz de una farola de tenue alumbrado, siente entre sus dedos el delicado pétalo, pero ya sus musculos no responden, y sus párpados caen, cerrando el escenario del teatro que le relatará el ensayo de la obra de su vida.

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