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miércoles, 18 de mayo de 2011
Vida y obra de Mell (desde mi punto de vista)
Querid@ tú que estás leyendo, voy a contarte la auténtica de Mell. Todo ocurrió una anaranjada mañana de 1972 en el hospital murchantino "Vino Santo" en una angosta pero acogedora estancia, el paritorio, con más personas de las que debería, el cura y tres monaguillos bien ataviados. Y es que claro, que Romualda hija del dueño de las tierras colindantes y John, hijo de un importante hombre de negocios, tubieran un hijo exactamente a los nueve meses de casarse, casualidad, era algo digno de pasear al cura bajo el palio. Fue un parto rápido, doloroso y contundente como, en pocos años, sería Mell. Su padre, orgulloso al cogerlo en brazos y con una mirada que tardaría tiempo en volverse a ver dijo en un susurro "Melandro" . Las lágrimas se le saltaron. Su madre, sudorosa y jadeante comenzó a palpitar y a subirle la fiebre. Murió en el acto con un diagnostico pobre pero de altos costes. El cura lo achacó al padre de ella y los monaguillos se desmayaron. La matrona al cura y los monaguillos por no haberse querido quitar la sotana y los atuendos correspondientes. El médico explicó que era algo raro pero, natural. El padre en estado de "sock" culpó al bueno y neo nato de Mell. Poco más que contar hasta los quince años que fue cuando lo conocí en la famosa "plaza del quesito" poniendo unos cuantos petardos en unas latas vacías de alubias rojas. Era pelirrojo de mi altura, más o menos y con ojos verdes. Muy pecoso. Al final de la tarde habíamos cogido las bicis y nos marchamos a Cascantorum Civitas Romanus y gastar el resto de petardos en los buzones de algún cacique mal barbado y de hijos barbilampiños y fantoches. Le dimos fuerte a los pedales a la vuelta pues, la típica abuela cotilla que vive en alféizar de la ventana, nos vio poniendo el último petardo. Pasaron los años, tres concretamente y por abril, él cumplió años, por mi parte había apercibido en febrero y para celebrarlo, nos fuimos al puticlub. Como no, habíamos fantaseado toda la vida con mujeres a nuestro servicio y el bueno de Mel me invitó. Recuerdo, sobretodo, el olor. Era denso dulce y cargante. Incluso pensé que ese olor cambiaba la realidad y le hacía ondulante. Había mujeres a nuestra derecha y a nuestra izquierda, jóvenes, maduras, gordas, flacas y hasta la madre de un conocido de Cascantorum. Nos sentamos en la mesa y un escote de rubio teñido nos atendió. Al poco rato nos sacó un par de ginebras con limón y unas jovencitas, que nos pasarían un par de años como mucho, comenzaron a hablarlos melosamente y a acariciarnos la entrepierna. Mell puso un par de billetes en la mesa y ellas los cogieron con cierta frialdad. Nos condujeron a las habitaciones y a la media hora salimos los dos con una sonrisa de cuerno a cuerno. Borrachera tras borrachera llegamos a la universidad. Mi familia no podía enviarme pero Mell insistió en subvencionarme con la premisa del "Ya me lo devolverás". De aquel tiempo, solo tengo el recuerdo de grandes resacas, enormes clases y deliciosos pechos. Acabé, inexplicablemente a los 24 años mi licenciatura en derecho, mientras que Mell termió un año antes que yo una ingeniería, ni me preguntéis cual, como diría un amigo mío "Ingeniería apesta". Llegamos a 1997, trabajaba en un bufete de abogados en Pamplona cuando Mell me llamó por teléfono. Le noté preocupado y quedé con él al día siguiente. En el bar pidió un par de Macallan con un hielo y más desgravado que nunca me comentó que no tenía ganas de nada, que no tenía familia, su padre le despreciaba a base de dinero y se sentía culpable porque su madre muriera al nacer él. Estaba tan abatido que ni su novia formal, ni sus amantes lograban hacerle sonreír. Acabamos borrachos en el burdel del polígono conducidos por su chofer. Me levanté por la mañana y la resaca de alcohol caro era tan contundente como el peor garrafón. Pasaron las semanas sin saber nada de Mell hasta el 26 de abril en el que recibí una carta en el que ponía con su clásica letra cursiva. En el centro del folio "Lo siento". A la media hora de ni desconcierto me llamó la policía. Mell se había ahoracado en un árbol del camino que une Murchante con Cascantorum. Aquel camino por el que paseábamos en bici cuando teníamos 15 años. Solo yo, su novia y sus amantes fuimos al entierro. Pagado por su padre.
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