El perfume de su cuerpo
todavía estaba en mis manos.
No había salido del portal
siquiera entrado al ascensor.
Estaba recostado contra su puerta
cegado por sus labios,
sus caricias y su aroma.
Pensaba como mi mirada
fue cautivada por la suya.
Como charlando con ella
solo el compás de sus labios
era suficiente, y no su voluptuoso corsé.
Sabía que me deseaba,
pero no quería una noche,
las quería todas.
Esperé una semana
y quedamos en un tranquilo bar.
Descubrimos que no había tiempo de tertulia.
Bebíamos de nuestras palabras
como luego haríamos de nuestros cuerpos.
Ya abandonado el local
y conociendo su lecho.
Recorrí su cuerpo,
tomé su saliva,
veneré su alma.
Cayó rendida en mi pecho
y luego en mi corazón.
Cerraba los ojos
y luchaba contra ello.
Dormida entre mis brazos
acariciaba su desnudo.
Decidí marcharme,
no porque quisiera hacerlo,
porque no hubiera sabido despertar a su lado.
Dejé su cama,
pisé el suelo.
"No te vayas" dijo con la mirada.
"Debo irme" salió de mí.
"Lo sé" tristemente respondió.
Se levantó etérea
y me abrazó al tiempo
que le besaba.
Al irme, cerré los ojos
y todo se desmoronó.
No estaba su aroma.
Rocé una mano con la barba
y ahí lo encontré.
El perfume de su cuerpo
todavía estaba en mis manos.
1 comentarios:
Es increible Rubio...increible...
Se me ponen los pelos de punta cada vez que lo leo...
vales para esto y lo sabes!!!!
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