martes, 13 de septiembre de 2011

Bar del tío Mell

Sonreía tras el denso humo blanco que emanaba de su puro. El ambiente cargado de aquella neblina y efluvios dulces de un barato whiskey, se hacía acojedor para los habituales del local. Las únicas luces que amenazaban con apagarse con cada paso del tren, iluminaba una barra de madera que vivió tiempos mejores y una ajada mesa de villar bien agujereada por esos puros que se consumían allí. El sonido sordo de las bolas al chocar unas con otras, acompasaba la caída de la ceniza al desgastado suelo.
Un camarero con un bigote mal cuidado y un cliente habitual. Gabardina veis, barba de tres días, sombrero marrón y aliento a malta escocesa fermentada y reposada 16 años en barrica de roble donde hubiera antes jerez. Quiso levantarse y se percató que le iba a costar más de lo que había pensado así que, pidió otra copa.
Una persona, de mediana estatura y de anchos hombros, rubio mal afeitado y con ojos azules. Todos sabían quien era, Mell, el dueño del bar. Un par de copas al fondo del bar se alzaron y unos cuantos mugidos del resto de los habitantes de allí sonaron. Se sentó al lado de aquel con gabardina y le miró a los ojos. "Tu hermano, se avergonzaría si te viera así" y aquel que no podía levantarse trató de hacerlo y se dio de bruces contra el suelo. Un leve gemido y después un ronquido. La ambulancia no tardó en llegar. El anciano Jhon murió sin remedio.

1 comentarios:

Patxi Abadía dijo...

Se que me lees.

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