jueves, 9 de junio de 2011

Inesperado encuentro.

Relamió el último trago de whisky de su vaso y conforme lo dejó en la barra, otro le llegó a la mano. No lo había pedido pero, sonrió levemente al camarero y cómplicemente le señaló a la mujer de la barra con gesto imperceptible al resto de parroquianos. Tendría unos cincuenta años, como él, arrugas, gran sonrisa y generoso escote. Con gran esfuerzo levantó su copa y compuso una mueca en intento de agradecimiento. A continuación se enfrascó en su vaso y de improvisto, aquella sonrisa se posó grácil, imperceptible y etérea, a su lado brindando "¡Por usted caballero! Si me lo permite" Sin apenas inmutarse se volvió a alzar su copa y no dijo nada más. Sorprendida por esa pasividad se quedó unos instantes sin poder reaccionar y sorbió de su licor pensativa. Se quedaron mirando las botellas, incapaces de cruzar las miradas. "¿Cómo te llamas?" susurró en un débil susurro él "Susana... y ¿Tú?" Y sin mirar contestó "Me llamó..." De pronto un sonido sordo, seco y potente y aquel del que nunca supo su nombre, se desplomó con fino agujero en la nuca, salpicándola de sangre.
A unos cinco metros una pistola humeante, una mano firme y unos ojos azules.

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