Era la persona más pendenciera que he conocido en mi puñetera vida. Solo había que mirarlo para que se abalanzara sobre ti sin mediar palabra claro está, si no o conocías. Era un drogadicto. Cualquier cosa que se pudiera meter por la napia era digna de ser catada por su organismo. Adoraba las bebidas debidamente fermentadas. Recuerdo una vez que le sorprendí ingiriendo con avaricia delicado tinto Don Simón, aderezado con un poco de refresco de cola sobre el que flotaba una cama de ganchitos, al mirarle incrédulo espetó "¡¿Qué?! ¡Tengo hambre y ganas de emborracharme!" Dicho esto me senté a su lado con un cubata de ginebra con limón y contemplamos durante toda la mañana como el sol se iba alzando poco a poco.
Aquel mismo día, unas horas después, salimos de nuestra lujosa peña después de haber pagado el soborno correspondientes a las terribles cucarachas con las que cohabitábamos, y nos encontramos a otros tres personajes que iban bastante perjudicados por el alcohol, pero no tanto como nosotros. Mi hermano, les dijo "¡Borrachos luego hermanos!" uno de ellos no se lo tomó a bien y le pegó un empujón. Se levantó rápidamente, parecía más consciente que nunca, sereno y con los ojos muy abiertos, pensé que le iba a arrancar la nariz de un solo mordisco pero, para mi sorpresa, se puso a hacer la gruya al mas puro estilo karate kid. Su oponente, sorprendido, le imitó y de pronto, aquel pendenciero al que llamaba hermano, le embistió como un toro con un mal día, y en el suelo se ensañó con él. Yo, impávido le cogí de la espalda y me lo llevé de allí. Luego nos enteramos de que le rompió la nariz, el labio y las dos cejas.
Resulta que esa violencia desmedida, no era más que la fachada, lo único que dejaba ver al resto. Solo unos pocos conocimos como era aquel genio urbano.
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miércoles, 5 de octubre de 2011
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1 comentarios:
el vino Don Simòn me trae recuerdos....
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