lunes, 11 de abril de 2011

Otra historia del bueno de Mell

Desde el suelo fumaba un cigarro y miraba el cielo negro, iluminado por cuatro o cinco farolas de los alrededores. De una pequeña brecha en la cabeza de hacía cinco minutos, brotaba un pequeño reguero de sangre manchando su pelo y el suelo. Cada calada, cada pequeña porción de humo que atravesaba su garganta le tranquilizaba. Un motor lejano se acercaba y ni siquiera eso, aunque estaba tirado en mitad de la carretera, le perturbaba lo más mínimo. El ruido de los neumáticos contra el asfalto y otra calada más. El coche paró a su lado y abrió la puerta del copiloto y una dulce voz, su hija, sonó "No vuelvas a cambiar la emisora en mi coche" Dicho eso subió al coche y se abrochó el cinturón.

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