lunes, 28 de febrero de 2011

Intento de nada

Recuerdo cuando, no pasaría de los ocho años, mi madre me llevaba los domingos a merendar a casa de una amiga suya. Mientras ellas charlaban animadas en la cocina, a mí me dejaban con un paquete de galletas con chocolate en una sala con un desvencijado y mal afinado piano. Mientras las devoraba, jugaba a ser pianista. Tenía algunas nociones y acerté a tocar un "Do" o en ese momento creí reconocerlo como tal. Sin más, trataba de reproducir melodías. En mi mente sonaba Mozart y en realidad... El caso que cuando me desesperaba, solía ser, casualmente, cuando solo quedaba la mitad del paquete, que me abrumara la sed. Pícaro como era, y dicen que soy, paré mi intento de nada y fui a la cocina en la que los ojos de mi madre, azules, llenos de compasión y sed de juicio dijo "¿Qué quieres Patxi?" "Nada. Que tenía sed y si me podrías dar un vaso de agua". Mi madre miró a su amiga Carmen y dijo "¿No deberás preguntar eso a Carmen?" dulcemente contestó. Carmen sonrió con aquella complicidad "Anda Patxiku, toma una naranjada".
Así sin internet ni televisión, sólo con un paquete de galletas y una lata de refresco me puse de nuevo a componer mi intento de nada, con una sonrisa que aun me hace sonreír.

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