miércoles, 3 de noviembre de 2010

Viaje...

Unos rojos atardecinos
se mezclaban imperceptibles con el inmenso azul.
Andaban nubes por el cielo,
tornando de color
dependiendo de donde estuvieran.

Carmín,
añil,
no se mezclaban,
pero no podían separarse.

Cientos de estorninos
nubeaban anocheciendo el atardecer.

Lejos,
sendando colinas,
discretas arboledas
cuchicheaban en silencio,
entre ellas.

Aquello veía y aquello veo,
en soledad,
en sonriente pose,
como al viajar en mi coche.
Como ahora mi alma al fin descansa
en aquella ladera.

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