lunes, 17 de mayo de 2010

Por la tarde

Cuando decidí en aquel momento que debía hacer, era demasiado tarde, ya no estaba. Me sentía solo e intenté arreglarlo.
La vi un lluvioso catorce de enero en una transitada avenida. Sabía quien era y ella me tenía visto. Una fugaz sonrisa cautivadora hizo que mis labios reaccionaran "¿Te invito a una caña?" Ella no puso reparo y concluimos en un bar charlando de porque jamas nos habíamos decidido a hablarnos. "Te veía demasiado pija" expuse, "Te veía demasiado broncas" concluyó. Luego, un apetecible silencio en el que lo que teníamos que decir se expresaba a través de los ojos y no con los labios. Ella se sonrojó, yo, fui al baño a reflexionar. Salí decidido y ella ya había puesto sobre los hombros su abrigo de felpa negro. La tomé por la mano y, con una sonrisa en los rostros salimos sin intercambiar una sola palabra.
Ya en el ascensor, la pasión desbordó nuestra, por demás escasa, barreras de decoro. En la cama...
Despertar, verla dormir, supe entonces que no estaba solo.

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